Celebrando 40 días de cuarentena

  Mundo, Región Caribe

Nancy Burgos, Seglar claretiana de Puerto Rico, Carbe, refleja su experiencia de confinamiento dia a día a través del su blog. Hoy comparte también con nosotros su vida y su testimonio, una vez alcanzados los 40 días de esta situación.

Hoy, celebro 40 días de cuarentena.  Y no me equivoco cuando digo “celebro” porque ciertamente es para mí motivo de celebración.  Cuando comenzó este período de confinamiento, que al principio fue decretado por dos semanas;  tuve una extraña sensación, que estoy segura que tuvimos todos. Nunca antes, ningún gobierno nos había dado órdenes tan contundentes y precisas que coartaban algo tan valioso como lo es la libertad.

Nos pidieron no salir de nuestras casas, a menos que fuera estrictamente necesario y a partir de las 7:00 de la noche; bajo ningún motivo.  Al principio me sentí preocupada porque entendí que medidas tan estrictas, implicaban una situación grave.  Hecho que no tardé en corroborar.  Me preguntaba, ¿cómo iba a poder permanecer encerrada en mi apartamento por 14 días consecutivos? ¿Cómo iba a dejar de asistir a mi trabajo, cómo no iba a ver a mi familia, a mis amigos, a la gente de mi comunidad? ¿Cómo no iba a participar de las actividades propias de mi comunidad parroquial?  ¿Y los proyectos pastorales? ¿Y mis proyectos personales? Muchas preguntas sin respuestas…

Al principio, llegué a pensar que enfrentaría muchos momentos de tristeza, de amargura.  Que sería víctima de depresión y que sufriría de parálisis afectiva. Apenas dormí en las primeras noches de la primera semana.  Mi cabeza no dejaba de pensar, analizar, calcular.  Mientras, iba aumentando mi necesidad de profundizar, mi urgencia por trascender.  Fue entonces cuando me detuve.  Elegí comenzar a vivir mi cuarentena no desde la lógica, sino desde el corazón.  Y todo cambió.

Retomé este blog, que abrí hace muchísimos años, pero que su dirección no era pública.  Aquí había ido colocando algunos versos que me han ido acompañando a lo largo de mi vida, tal vez, con la idea de que quedaran plasmados en algún lugar fuera de una rústica libreta. Hacía mucho tiempo que no escribía por aquí. Y decidí intentar transcribir los pensamientos y sentimientos que se iban suscitando en mi interior, en este tiempo especial.  Y tuve la valentía de atreverme a compartirlos, con mucho miedo, pero convencida que era lo que en estos momentos necesitaba hacer.

Mucha gente habla de las veces que aparece el número 40 en la Biblia.  Noé experimentó una transformación durante 40 días de lluvia, Moisés fue transformado en sus 40 días en el Monte Sinaí, David fue transformado durante el reto de 40 días contra Goliat, Elías fue transformado cuando Dios le dio 40 días de resistencia con una única comida, Nínive se transformó cuando Dios dio a la ciudad 40 días para permanecer fieles, Jesús transformó al mundo después de sus 40 días en el desierto, los discípulos se transformaron después de pasar 40 días con Jesús luego de Su resurrección…

Parece ser que el número 40 es el número “ideal” para alcanzar una transformación.  Hay personas que le dan muchísima importancia a la numerología y se pasan buscando códigos o mensajes ocultos, en la Palabra.  A mí, me basta comprender, el proceso espiritual que he vivido durante este tiempo y confirmar que soy obra de Dios y como tal, Él continúa recreándome.

Cuando nacemos, no tenemos control de nuestro desarrollo.  Pero somos responsables del crecimiento en nuestra etapa adulta. En este tiempo me he adentrado en las arenas movedizas de mis debilidades y limitaciones, pero consciente que no estoy llamada a permanecer en ese lugar.  He destornillado del pensamiento, ideas que atrofiaban mi capacidad de cambio.  Descendí hacia un mundo inexplorado de mi interioridad y descubrí un espacio insospechado, novedoso, íntimamente Habitado.  Me descubrí acompañada y amada.

En estos 40 días, he estado muchas horas expuesta a Su Palabra.  También a personas que poseen una gran sabiduría y que me han iluminado en muchos momentos.  He escuchado reflexiones, he orado, he estudiado, pero sobre todo;  he valorado los encuentros que he tenido con el Resucitado, a través de hechos concretos y muy sencillos.

Uno de ellos, es la presencia  amorosa de mi hermana, presente en todo momento.  La bendición de poder escuchar a mis padres y a mis hijos, aunque duela el no poder sentarnos juntos a la mesa.

Otro hermoso signo del Resucitado son los amigos durante esta cuarentena.  Esos que siempre me devuelven la mirada pura, la visión esencial de las cosas.  Amigos que han sido fuerza en mi debilidad y alegría cuando he sentido desánimo.

También, los encuentros con Kaleo, mi amada comunidad.  Hemos continuado reuniéndonos todos los miércoles, como siempre.  A pesar de la ausencia de abrazos, de besos, sigue latente entre nosotros ese Fuego que nos hace vibrar y nos convierte en hermanos.  Seguimos enraizados  y enamorados de nuestra vocación como Seglares Claretianos.

Otro signo evidente de la Presencia del Resucitado en estos 40 días, es la fecunda comunicación que hemos tenido los Seglares y toda la Familia Claretiana durante este tiempo.  Cartas, mensajes de texto, llamadas telefónicas, iniciativas de encuentros por Zoom, Skype.  Una oleada de amor que ha ido alcanzando grandes estaturas.

Mis hermanos, los Misioneros Claretianos, se han desplazado hacia la creatividad y han frutado nuevas formas de celebrar y acompañar. Han desplegado las alas y volado muy alto, elevándonos con ellos.  Se han reinventado y evidenciado sin ningún pudor, su pasión por su comunidad.

¡Tanto que agradecer al Dios de la Vida!  Me siento profundamente conmovida por estos 40 días de aprendizaje, porque he crecido, y de pronto, también madurado.  He podido compartir mis huellas con muchas personas a través de este Blog y sus ecos me han hecho sentir vinculada.

He vivido  cuarenta días de escucha, de silencios, de palabras.  Cuarenta días, con la convicción de saber a Quién sigo.  Y consciente de que eso es lo que me impulsa a elevarme por encima de mis egoísmos con un salto de confianza.  Cuarenta días de sentirme perdonada, redimida, resucitada…

Parece que se necesitan 40 días para un proceso de transformación.  Me pregunto si lo habré logrado, según el sueño Dios.

Nancy Burgos, s.c