El Asesor Religioso… Reflexión de la comunidad de Egunsentía

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El asesor religioso del Movimiento de Seglares Claretianos

reflexión de la comunidad de Egunsentía (San Sebastían, España Norte)
(El presente escrito surge de lo que no pretendía ser más que una sencilla reflexión realizada por una comunidad en el momento de tomar una decisión. Su finalidad era, originariamente, establecer los criterios que la facilitaran y a la vez evitaran el peligro de dejarse guiar por las prisas, las personalidades concretas o los sentimentalismos; pero esa finalidad nos fue imponiendo una pretensión de generalización, de que esos criterios pudieran servir para cualquier comunidad en cualquier momento y lugar pues nos parecía que ni comunidades ni asesores tienen clara la función del Asesor religioso.)

 

Al tratar de establecer el papel que debe desempeñar el asesor religioso en el Movimiento y, especialmente, en cada comunidad de seglares hemos de destacar que pensamos y hablamos de comunidades maduras y autónomas. Reconocemos que hay en el Movimiento grupos, y en las comunidades momentos, que pueden hacer necesarias otras características y valores; y reconocemos que puede ser difícil encontrar una persona que reúna todas las características; pero creemos que lo que recogemos es aquello a lo que debemos aspirar y el objetivo para el que debemos establecer los medios precisos.

En algunos casos puede ocurrir que la misión del asesor sea diferente de lo aquí recogido. Tanto en los grupos en discernimiento como en los grupos que están pasando por una crisis puede ser necesario que el asesor adquiera mayor protagonismo.

¿Para qué necesitamos un Asesor religioso?

Determinar los servicios que le vamos a pedir al Asesor es, con toda seguridad, poner unos márgenes a los rasgos en los que deberemos fijarnos para elegirlo.

Creemos que la función primordial del asesor, aquella que sintetiza de algún modo su labor es la de ayudar al grupo/comunidad a profundizar y hacer vida su vocación laical y claretiana. Por ello puede decirse que, sin formar parte de la comunidad es quien más de cerca la acompaña; y lo debe hacer de una manera activa, siendo así una referencia firme, enriquecedora, dinamizadora y respetuosa. Esa compañía activa no puede, por tanto, ser un simple «estar con» la comunidad.

Para realizar su labor el asesor debe ser una persona:

  • que aconseja, esto es, que propone orientaciones sobre aquellos aspectos que atañen a la vida y al desarrollo de la comunidad desde su conocimiento de la situación de aquella y desde sus especiales conocimientos y vivencias del carisma claretiano, de teología, de pastoral, de la Iglesia… El asesor debe tener entera libertad para aportar su consejo en todo aquello concerniente a la comunidad que él juzgue conveniente (objetivos, espiritualidad, formación, prioridades…), aun cuando no será él quien deba tomar las decisiones; es decir, debe tener voz (importante y necesaria) pero no voto. Entendemos que el asesor, como referencia para la vida de la comunidad de Seglares Claretianos, necesita disponer de libertad e iniciativa para aconsejar sobre aspectos comunitarios aun en el caso en que su consejo no haya sido requerido. Sin embargo, debe matizarse, ser Asesor de la comunidad no le convierte, ni es lo mismo, que ser asesor espiritual de cada uno de sus miembros, pudiendo estos elegir al Asesor (si éste lo desea) o a cualquier otra persona según sus preferencias.
  • que modera y media entre las diferentes sensibilidades u opiniones existentes, ayudando a acercar posturas y a guardar la compostura, aprovechando su posición de tercero y ofreciendo su experiencia en situaciones en las que sea necesario discernir un camino entre varios posibles, pero sin caer al mismo tiempo en el error de convertirse en el «monitor» del grupo que decide y dice lo que hay que hacer, restando libertad al grupo y riqueza a su propia labor y posición.
  • que resuelve dudas, especialmente en aquellos temas en los que por su específica formación (por ejemplo, teológica, litúrgica ) o experiencia vital (vida comunitaria, compromiso misionero…) está más cualificado, pero que también las plantea si descubre situaciones, actuaciones, decisiones, indecisiones…que puedan desviarse del proyecto comunitario o que no avanzan en la profundización y vivencia de la vocación o si considera que existe la necesidad de nuevos retos, acciones o planteamientos que puedan estar siendo eludidos por la comunidad. Debe estar dispuesto a ‘desequilibrar’ si lo considera pertinente, del mismo modo que la comunidad debe estar abierta a esa posibilidad.
  • que impulsa y motiva, en resumen, la vida de la comunidad en todos los aspectos importantes de su ser, apuntando nuevos retos, animando a lograrlos, estando presente el los momentos fuertes de la vida del grupo.
  • que desde su especial conocimiento y experiencia del carisma claretiano, lo recuerda y lo clarifica.
  • que desde su especifica y diferente pertenencia sea, de alguna manera, el «puente institucional» que sirva de nexo eficaz entre la orden, movimiento o Iglesia local a la que pertenezca y la comunidad a la que asesora.

 

Probablemente la gran dificultad de los servicios que creemos que corresponden al asesor estriba en la necesidad de guardar el equilibrio entre lo que debe y no debe hacer y encontrar ese punto en el que:

– sabe, acepta y promueve que no es él quien decide en la comunidad, ni su opinión determinante, pero evita convertirse en una figura condescendiente. Nunca, en virtud de un mal entendido respeto a la madurez debe callarse ante lo que él considere incorrecto pero tampoco molestarse porque no se haga lo que propone.

– aunque deba estar abierto a apoyar, ayudar o animar a las personas o a la comunidad, sería muy pobre que se le viera como algo parecido o limitado a un paño de lágrimas para momentos de dificultad.

 

¿Qué debemos tener en cuenta?

Cuando una comunidad de seglares claretianos busca un asesor, sería deseable que este perteneciera a la Familia Claretiana, pudiendo ser religioso, religiosa o seglar. Esa pertenencia permitirá desarrollar con facilidad algunas de sus tares más específicas como la de recordar y clarificar el carisma claretiano o la de servir de puente institucional; y supondrá que conozca mejor la motivación y el sentir del movimiento de Seglares Claretianos.

Para facilitar su tarea es conveniente la cercanía física, ya que debería estar disponible cuando se le necesita y conocer el ambiente donde se mueve el grupo, pero no creemos que esto deba ser un condicionante en ningún caso pues, en ocasiones, eso podría suponer dejar la elección del asesor en manos de personas o instituciones ajenas a la comunidad o Movimiento. La cercanía física tampoco significa que esté en la misma parroquia o lugar que la comunidad a la que asesora, creemos que puede estar vinculado a otra parroquia o lugar.

La comunidad debe buscar un asesor con el que se establezca una relación fácil y fluida, por lo que es importante que exista un conocimiento mutuo y que esta persona no sea impuesta por nadie. Pero, sobre todo, es necesario que considere a los seglares como iguales en la fe y en el Espíritu aunque tengan una vocación diferente, vocación que también debe ser promovida y discernida.

La labor de aconsejar a una comunidad de seglares sólo la puede realizar una persona realmente interesada en ello, una persona que se tome esta labor como una de sus tareas importantes y a la que su comunidad le permite dedicar el tiempo y esfuerzo necesarios, no como una carga más.

Un aspecto a considerar positivamente es la experiencia previa en este tipo de labor o haberse dedicado a la pastoral con adultos anteriormente, aunque con buena disposición, sólida formación y profunda espiritualidad se puede paliar la falta de experiencia.

Siendo la Iglesia local el lugar de actuación y referencia fundamentales de las comunidades de Seglares Claretianos no se debe dejar de lado ese aspecto al elegir al asesor, y se debe procurar que ésta sea una de sus preocupaciones así como que esté en sintonía y buenas relaciones. Sería importante que esté integrado en la Iglesia de nuestro entorno, la que conocemos, trabajando desde la base.

Por último, pero no menos importante, hay que tener en cuenta que el asesor no tiene porqué ser el mismo para siempre. La comunidad puede, y probablemente debe, establecer plazos de permanencia al igual que en los demás servicios (siguiendo el ejemplo del Movimiento). Esto no sólo ayudará a la madurez de la comunidad sino que puede servir para que sea conocida y estimada entre aquellas comunidades de entre las que se elijan asesores.

 

¿Cómo debe ser personalmente?

Probablemente la cuestión en el que más nos hemos fijado es en la de los rasgos personales de los que debería estar dotado el asesor de una comunidad de seglares claretianos adultos. Esos rasgos se refieren a distintos aspectos de su persona y quehacer:

  • en cuanto a su trato con los demás consideramos que debe ser una persona accesible, que no establece barreras ni distancias y a la que se puede recurrir cuando se la necesita.Quizá algunos de los rasgos sean de los que solemos atribuir al propio Jesús y por eso vemos necesario que sepa escuchar, sea sincero, sencillo, directo y a la vez afable y cariñoso. Además, es importante que no carezca del sentido del humor que facilita la comunicación y suaviza las posibles tensiones.
  • en cuanto a sus valores y vivencia de la Fe tiene que ser una persona que vive con la alegría y la ilusión que le da el encuentro frecuente y profundo con el Padre y con la coherencia de quien hace presentes los valores evangélicos: austeridad, frugalidad, responsabilidad, solidaridad, amor…El asesor, desde esa profundidad de la vivencia pone en cuestión todas las realidades que le rodean, sin miedo y con decidida voluntad de transformación de la realidad. Esencialmente necesitamos a una persona cuya vida es coherente con el Evangelio y está empeñada en el seguimiento y la causa de Jesucristo al estilo de Claret.
  • en cuanto a sus capacidades creemos que tiene que estar capacitado para tratar como a iguales a los seglares sin más distinción que la de haber recibido una llamada diferente en la forma de hacer presente la Fe compartida.

Esto probablemente suponga una profunda revisión del papel del asesor pues no puede darse una posición de autoridad sobre la comunidad, sino un dialogo profundo en el que se descubre la realidad y se toma ésta como punto de partida para todo lo que quiera o necesite aquella tanto para si como en sus actividades. Pasar de ser quien prepara las actividades y programa los objetivos para el grupo, a trabajar en equipo con la comunidad.

Se necesita una mente abierta para comprender y aceptar la realidad de la comunidad; inteligencia, conocimientos e imaginación para hacer propuestas que, en ocasiones, requerirán gran creatividad; y gran equilibrio, tolerancia y transigencia entre otras cosas para aceptar sin rencores la discusión o que la comunidad adopte decisiones que considera equivocadas.

Tres rasgos habría que reseñar como esenciales en el asesor en atención a los signos de los tiempos presentes en un mundo y una Iglesia en evolución:

  • El profundo arraigo que va adquiriendo el valor de la democracia en todas la sociedades como método de toma de decisiones para acertar siempre con la más urgente, oportuna y eficaz. Valor y método que si bien nunca podrán competir con las verdades de la Fe, sí deberán ser una actitud preferente entre seglares y en relación con éstos.
  • El reconocimiento de la igualdad esencial de la mujer con el hombre, que tiene que traducirse en otorgarle las mismas responsabilidades y confianza, y en una especial atención a no caer las actitudes y gestos que puedan dar a entender que se sigue sin asumir esa realidad.
  • La asunción del modelo de Iglesia como Pueblo de Dios en el que los seglares tienen una corresponsabilidad específica e insustituible.

¿Debe implicarse en la economía de la comunidad?

Queremos dedicarle un apartado específico a este tema por la especial dificultad y pudor que nos supone siempre hablar de dinero así como por la relevancia que tiene para un buen funcionamiento de la comunidad y la asunción de compromisos misioneros.

Los gastos que el asesor realice para cumplir su función deberían correr siempre a cargo de la comunidad. No debería ser él (ni su orden o comunidad de referencia), en ningún caso, quien cubra los gastos de la comunidad de seglares claretianos.

Este principio general que pondría de manifiesto la madurez (no sólo económica) del grupo puede ser objeto de muchas matizaciones y de contradicciones con las realidad.

Las matizaciones pueden referirse a la vocación de servicio a la Comunidad eclesial de los sacerdotes y religiosas, o a la consideración de que los sacerdotes y religiosos ya han sido liberados económicamente por la Iglesia para realizar esa tarea, o, incluso, a considerar que los Misioneros Claretianos tienen alguna obligación con respecto a los Seglares Claretianos que les obligaría a sostenerlos económicamente. Pero a pesar de todas las matizaciones consideramos que el propuesto inicialmente es el criterio para el que debemos ir poniendo los medios oportunos como Movimiento y como comunidades.

La contradicción con la realidad nos la hace patente el ver que gran parte de las comunidades no serían capaces bien por penuria económica, o bien por falta de compromiso económico, de sostenerse sin la ayuda del asesor o de su comunidad de referencia.

 

¿Y sus relaciones con su comunidad de referencia?

Habiendo afirmado que una de las funciones del Asesor es servir de puente institucional, creemos que el asesor de una comunidad de Seglares Claretianos tiene también una tarea muy importante que desarrollar en el ámbito de los Misioneros Claretianos (o en la Comunidad a la que pertenezca). Para eso es necesario que esté en buenas relaciones con los miembros de su comunidad y que sea capaz de hacer que su tarea como asesor no sea minusvalorada, sino considerada por sus hermanos y superiores una de las importantes de su quehacer pastoral.

Todo esto no significa que se deba esperar a que cambien las conciencias respecto a los seglares entre sacerdotes y órdenes religiosas, sino que es tarea del asesor impulsar ese cambio y crear una conciencia positiva respecto a los Seglares Claretianos, y de que las diferencias entre las distintas vocaciones no hacen a unas inferiores a otras.

Un aspecto esencial que aún requiere muchos cambios de mentalidad es el hecho de que la elección del asesor debe quedar enteramente en manos de la comunidad de Seglares Claretianos. La realidad del funcionamiento de los Misioneros Claretianos (probablemente en otros casos se haga del mismo modo) hacen que, en la práctica, sean las decisiones sobre traslados y reestructuraciones de tares las que vengan decidiendo, de forma indirecta, quien es el asesor de una comunidad sin tener en cuenta los criterios de ésta. Es evidente que las comunidades de seglares claretianos no pueden interferir en esas decisiones, pero también lo es que los compromisos adquiridos con ellas deben ser tenidos en cuenta.

 

En conclusión, el asesor debe ser una persona con buena disposición hacia la vocación cristiana laical, con sólida formación intelectual, buena capacidad para las relaciones interpersonales y de profunda espiritualidad. No nos parecen relevantes ni su edad, ni su rango jerárquico, ni su sexo, ni su ideología política, ni sus orígenes geográficos… mientras reúna el mayor número posible de las características, criterios y valores que hemos recogido.