LA INCORPORACIÓN AL MOVIMIENTO DESDE LA EXPERIENCIA DE ANTONIO OBREGÓN, SC
Esta situación de pandemia que aun vivimos y traspasa todo nos lleva a un escenario vital distinto, nos evidencia frágiles, nos cambia, nos limita, pero también nos obliga a buscar nuevos caminos, lo que también puede considerarse como regalo, o más bien depende de nosotros hacerlo regalo, asumirlo como tal. Es así como esta coyuntura tan anormal es para nosotros también invitación. En lo personal son estas circunstancias, además de las muy propias las que se encuentran y propician.
Los nuevos medios digitales que se han hecho tan importantes en este tiempo hacen del distanciamiento obligatorio más bien un espacio viable y novedoso, nos quita una excusa y nos da una oportunidad (más), todo está en la actitud que resulte.
El Movimiento de Seglares Claretianos es para mí una posibilidad de caminar, compartir y reverdecer, de practicar una dimensión comunitaria esencial en el vivir cristiano en general y claretiano en particular.
Encuentro al Movimiento en el Perú siempre en desarrollo, ofreciendo un espacio amplio, abierto y acogedor. Después de un tiempo largo pensándolo y mirándolo de lejos fue el momento de experimentarlo, y esa experiencia me ha puesto en contacto conmigo mismo, con la búsqueda desde la fe, de respuestas básicas, encontrando en el compartir fraterno ese código particular que desde el contacto con el carisma claretiano ha estado presente en la vida de cada uno, y que ponemos en común en cada oportunidad.
Entre el seguir compartiendo como hasta el momento y solicitar la admisión al Movimiento encuentro varias diferencias significativas. El adherirse implica comprometerse, no solo consumir lo que la comunidad tan gratamente ofrece sino también ofrecer explícitamente. Solicitar la admisión también “agrava” el reto cristiano de ser testimonio, de ser consecuente; nos saca del a veces más seguro “quedarse a medias” y nos conduce humildemente a reconocernos limitados, pero andando.
Siento al movimiento como un ente vivo, un hermano que me ofrece su amistad con sencillez, que quiere seguir andando, acompañando, que me da un abrazo que yo recibo y quiero devolver igual, caminar y aprender con este hermano con tantos rostros como historias, con las virtudes y limites de cada uno, portador de ese Espíritu vital que abrasó y abrazó a Claret, quien lo supo acoger y expresar en su día a día, y que al ser Dios también trasciende formatos, denominaciones y le da ese impulso distinto a nuestras humanidades.