NECESITO COMIDA
Ese fue el mensaje que yo puse cuando decidí realizar la pequeña labor de entregar comidas a las personas que viven en la calle.
Después de estar los primeros 8 o 10 días de cuarentena, me puse a pensar que mi familia y yo éramos de las pocas personas privilegiadas de este mundo. Privilegiadas porque a mí me habían pagado mi salario una de las empresas en que laboro. En la otra nos avisaron que no nos preocupáramos, que buscarían solución. Acababa de ir al supermercado y logré comprar todo lo suficiente para que, en teoría, no faltara de nada, y teníamos gas, agua, luz, internet todo pagado. Tenía todo lo que se puede decir que podríamos necesitar.
Pero cuando ya me puse a ver lo privilegiada que yo soy, me hice la pregunta ¿y aquellos que no lo son? ¿Aquellos que están en un hilo sus trabajos, aquellos que dependen de dinero diario, aquellos de necesitan que la gente salga para que les den lo que ya no quieren?
Esa misma noche miré el post de una amiga, Lilian García, donde había puesto un video corto en el que ella iba a entregar comida justamente a las personas de la calle, indigentes sin nada y que son de ese grupo menos privilegiados los cuales estuve analizando.
Empezamos a cruzar palabras y acordamos coordinarnos para la entrega de comida y que compartiéramos la iniciativa con varias personas. Hicimos unos borradores hasta llegar a este mensaje: Necesito comida, hay gente que su casa es la calle, regálame comida hecha y yo paso por ella para ir a entregarla. Nosotros podemos comprar, ellos no. A todas las personas que quieran donar comida a la gente de la calle, yo paso por ella y me encargo con mis amigos de ir a repartirla.
Corrimos la voz con la esperanza que muchas personas se animaran, ya que no se expondrían y ayudarían siendo otros los que tomemos riesgos, pero siendo ellos los protagonistas de esa ayuda. Ese mismo día mandé el primer mensaje Necesito Comida.
Lo que más me sorprendió es que esa misma noche tuve respuesta de unos contactos que se animaban y así nació esta actividad y salió la comida que pudimos repartir, durante casi 2 semanas.
En esta actividad y en reflexión puedo decir que, para hacer las cosas, solo necesitamos entender el llamado de Dios, estar dispuestos a hacer la voluntad de Señor, escuchando y poniendo atención a lo que nos está guiando.
¿Cuál ha sido mi experiencia en esos días?
Muy bonita, una experiencia de confianza en Dios, porque de un mensaje sencillo muchas personas levantaron las manos y colaboraron. Confiaron en lo que estábamos haciendo y dieron con amor, no lo que les sobraba, sino lo mismo que ellos comían, hasta prepararon solo para ellos, una comida especial.
Qué aprendí a ser más desprendida, hacer algo más y no hacer lo más sencillo, porque lo más sencillo todos lo hacen. Entregar dinero siempre va a ser fácil, pero entregar tiempo, calidad, calor humano eso no es fácil para nadie. Arriesgarse a contagiarte de una enfermedad que está golpeando al mundo, eso no es fácil, y hacer que tu familia entienda que hay que colaborar para los menos favorecidos aun arriesgándote, eso no es fácil.
También llevo de esa experiencia el ser agradecida. Ser los instrumentos, el medio por el cual Dios nos permitió alimentar por unos días a estas personas, es una experiencia de esta cuarentena que más he disfrutado.
Y por último, pero no menos importante, es que en esta actividad Lilian y yo nos divertimos, nos pasaron cosas que inicialmente nos asustaron, pero que ahora solo son un recuerdo maravilloso de esta experiencia.
Paola Torres. Seglar en discernimiento
San Pedro Sula – Honduras