Del 14 al 16 de febrero tuvo lugar en Madrid un acontecimiento histórico para la Iglesia española, que no ocurría desde hacía casi 16 años: un congreso nacional de laicos. O, mejor dicho para todo el Pueblo de Dios, pues ese era el lema que lo convocaba: “Pueblo de Dios en salida”.
Con una cifras de participación muy parecidas al congreso de noviembre de 2004: casi 2000 participantes, de los cuales unos 1500 eran laicos con una ligera mayor participación de mujeres. Obispos tuvimos casi 70, con la participación del presidente del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el cardenal Farrell y, por supuesto, la Conferencia Episcopal Española, que era quien convocaba, en fechas muy cercanas a la inminente renovación de la misma.
Me pareció que el laicado estaba bien representado: delegaciones de casi todas las diócesis españolas (68 de 70), casi un centenar de asociaciones y movimientos de ámbito nacional, además de asociaciones y movimientos laicales vinculados a las congregaciones e institutos seculares. Nuestro movimiento no tuvo delegados como tal, pero participamos Nieves Sabina, y yo mismo, como parte de las delegaciones diocesanas de Tenerife y Sevilla, respectivamente.
Hubo una palabra que resonó sobre todas en este congreso: sinodalidad, caminar juntos. Últimamente, de tanto incluirla en cualquier documento eclesial ha quedado un poco desdibujada. Hasta los monaguillos son sinodales. Y en este congreso se usó y abusó de este mantra en sus ponencias y discursos. Pero hubo gestos y procesos que sí demostraron que esa voluntad de caminar juntos pastores y rebaño se va abriendo camino.
Procesos sinodales como la etapa precongresual, en la que cientos de grupos y personas individuales completaron decenas de miles de encuestas sobre la realidad laical, que fueron los ladrillos del Instrumentum Laboris, documento digno de estudio aún habiendo terminado el congreso, elaborado por el equipo de contenidos.
Procesos sinodales como la maratoniana jornada del sábado, en el que los casi 2000 participantes se dividieron en las 4 grandes itinerarios: primer anuncio, acompañamiento, formación y presencia en la vida pública, antecedida por cuatro magníficas ponencias que no hay que dejar de escuchar, disponibles en el canal youtube del congreso (https://www.youtube.com/channel/UCIcEmjW3GieMs3vlpL9aATw/videos). A su vez, cada itinerario tuvo 10 aspectos -con sus experiencias y testimonios correspondientes- que se trabajaron en 100 pequeños grupos en total, en los que no hubo distinción entre laico, obispo o religioso al participar, en un clima de libertad y comunión notables.
Gestos sinodales como la presentación mano a mano de la ponencia final, elaborada a partir de lo debatido en los 100 grupos, por parte de Antoni Vadell, obispo auxiliar de Barcelona y Ana Medina, periodista de TRECE, o ver a los obispos en la cola de la comida o buscando alguna silla libre para comer en cualquier sitio como todos.
El proceso no se acaba aquí. Además de la ponencia final, se pretenden publicar todos los matices recogidos por los 100 secretarios y se propone seguir trabajando y profundizando esos cuatro itinerarios.
Realmente vi una realidad laical muy viva. Vi el encuentro entre los laicos diocesanos y los laicos asociados y el descubrimiento de cuán lejos podemos caminar si lo hacemos juntos.
El mensaje del papa Francisco para el Congreso recalcó un aspecto que ví muy acentuado en el Instumentum Laboris, y no tanto en la ponencia inicial o las de los obispos, la dimensión comunitaria de la fe:
«…somos Pueblo de Dios, invitados a vivir la fe, no de forma individual ni aislada, sino en la comunidad, como pueblo amado y querido por Dios.»
Tino Rodríguez
Comunidad Camino de Emaús de Sevilla